
El mexicano que jugó un rol clave para que Latinoamérica esté libre de armas nucleares

En plena Guerra Fría, los países de América Latina y el Caribe lograron ponerse de acuerdo para evitar que hubiera armas nucleares en la región que pusieran todavía más en riesgo a millones de personas.
Ocurrió el 14 de febrero de 1967, cuando 21 países firmaron en México el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, que desde entonces se conoce como Tratado de Tlatelolco.
De acuerdo con información del Gobierno mexicano, que custodia el documento original, en momentos en los que se temía una guerra nuclear encabezada por EE.UU. y la URSS, los países asociados se comprometieron a aplicar la energía nuclear en beneficio de la humanidad.
También promovieron el desarme nuclear internacional, por lo que cada uno de los países que se sumó a este acuerdo renunció a la realización, fomento o autorización, directa o indirecta, del ensayo, uso, fabricación, producción, posesión o dominio de toda arma nuclear.
El compromiso fue firmado por Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Uruguay, Venezuela y México.

Para cumplir con estos objetivos, crearon el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina (Opanal) que, a su vez, contó con la participación del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En los años siguientes, el Tratado fue modelo para otras regiones del mundo, que también establecieron sus propias zonas libres de armas nucleares, hasta que en 2017 el compromiso con el desarme nuclear se hizo global por primera vez en la historia gracias a la firma del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
Un Nobel
A lo largo de todo este proceso, México tuvo un papel protagónico que le permitió ser la la sede del Opanal. Y por eso, también, un diplomático mexicano ganó el Premio Nobel de la Paz.
Fue Alfonso García Robles, un abogado que a principios de los años 60 presidió la Comisión Preparatoria para la Desnuclearización de América Latina que culminó con la firma del Tratado de Tlatelolco.

Había comenzado su carrera diplomática en 1939, cuando fue enviado a la embajada de México en Suecia como tercer secretario, pero solo permaneció dos años en el país europeo, ya que luego fue trasladado a la Secretaría de Relaciones Exteriores, ubicada en la capital mexicana.

García Robles participó en las conferencias internacionales que permitieron la creación de Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA). Fue funcionario en Nueva York y embajador mexicano en Brasil, hasta que el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) lo convocó de regreso en el país para organizar los trabajos que culminarían en el Tratado de Tlatelolco.
Fue el logro más importante de su carrera. Aunque a mediados de los años 70 el entonces presidente Luis Echeverría (1970-1976) lo nombró como canciller de México, nunca dejó de trabajar en pos del desarme nuclear a nivel global.
En 1982, se convirtió en el primer mexicano reconocido por la academia sueca, ya que ganó el Premio Nobel de la Paz, un galardón que compartió con Alva Reimer Myrdal, una diplomática sueca y reconocida pacifista que también impulsó los procesos de desarme.