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El piloto que terminó en el parabrisas en pleno vuelo y vivió para contarlo

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Hace más de 30 años, los pasajeros del vuelo 5390 de British Airways fueron testigos de cómo el cuerpo del capitán volaba tendido fuera del avión.
El piloto que terminó en el parabrisas en pleno vuelo y vivió para contarlo

Cualquiera pensaría que la fotografía del piloto siendo succionado fuera de la cabina del avión está hecha con inteligencia artificial, sin embargo, se trata de uno de los accidentes más impactantes de los últimos años en el mundo de la aviación.

Hace 35 años, el 10 de junio de 1990, el piloto Tim Lancaster, que llevaba más de una década trabajando para British Airways, dio inicio al vuelo 5390 desde Birmingham en el Reino Unido hacia la ciudad española de Málaga. A bordo viajaban 81 pasajeros y cinco miembros de la tripulación además del capitán: los auxiliares Simon Rogers, John Heward, Sue Prince, Nigel Ogden y el copiloto que acababan de conocer, Alistar Atcheson.

¿Una bomba?

El viaje estaba programado para durar menos de dos horas, a los 13 minutos del despegue el avión ya había alcanzado los 5.200 metros de altura y los auxiliares repartían el desayuno cuando de repente se escuchó una gran explosión, varias personas pensaron que se trataba de una bomba. Tras el estruendo, la cabina se empañó por un instante, y el avión empezó a caer en picada.

Cuando la cabina se aclaró un poco, Alistar Atcheson y Nigel Ogden, quien había entrado a ofrecer té a los pilotos, notaron que una parte del cristal del parabrisas ya no estaba y casi todo el cuerpo del capitán salía a través de él.

Tim había quedado doblado hacia arriba, sus piernas estaban atascadas y una de las partes del avión cayó sobre los controles, haciendo que la nave se precipitara a casi 650 km/h. Poniendo su vida en peligro, Nigel saltó para sujetar a Tim de las rodillas y evitar que fuera succionado por completo hacia las turbinas.

John Heward corrió detrás de Nigel para evitar que también fuera succionado, lo agarró del cinturón del pantalón y lo amarró al cinturón del capitán. La aeronave caía en espiral a 24 m/s sin piloto automático ni radio contra un viento de 630 km/h y una temperatura de -17°C en el exterior.

Cuando Simon Rogers llegó a la cabina, ayudó a desatascar las piernas del piloto y liberar los controles para que Alistar Atcheson pudiera activar el piloto automático, sin embargo, el avión seguía cayendo en picada. La tripulación pensó que perderían a Tim, pero su cuerpo quedó doblado en U, con el rostro golpeándose contra la ventana al mismo tiempo que sangraba por la nariz y la cabeza, Nigel recuerda cómo tenía los ojos bien abiertos. "Nunca olvidaré esa imagen mientras viva", aseguró.

Nigel no aguantaba más, la presión hacía que Lancaster pesara el equivalente a 200 kilos. "Vamos a tener que soltarlo", dijo uno de los miembros de la tripulación, pero Ogden se negó a pesar de que estaba seguro de que el capitán había fallecido. "Sabía que no podría enfrentarme a su familia dándoles una caja y diciendo: 'Esto es lo que queda de su marido'".

El aterrizaje

El copiloto logró comunicarse con la torre de control que demoró un tiempo en asimilar lo que estaba pasando. "Es una de esas cosas que pasan en las películas, pero no en la vida real", dijo uno de los operadores. Alistar tuvo que confiar en su memoria para poder realizar el aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Southhampton, a poco más de 100 kilómetros al sureste de Londres, puesto que todos los manuales y mapas habían salido volando.

El avión se movía con mucha fuerza e inestabilidad, la tripulación, que estaba salpicada de sangre de Tim, preparaba a los pasajeros para tocar tierra. Muchos de los turistas que habían visto a su capitán tendido al exterior del avión y parte de su ropa volar al vacío, lloraban, rezaban y abrazaban a sus seres queridos, seguros de que ese sería su último viaje.

Contra todo pronóstico, Alistar logró un aterrizaje completamente suave. Desde la explosión hasta el aterrizaje pasaron solamente 18 minutos que parecieron eternos para los pasajeros y la tripulación. Cuando los viajantes finalmente descendieron del avión, los paramédicos llegaron a atender a Tim quien estaba cubierto de sangre y para sorpresa de todos, resultó estar consciente. "Quiero comer", dijo.

Como resultado del accidente, Ogden sufrió de una dislocación del hombro, congelación en el rostro y daños en el ojo izquierdo mientras que Lancaster presentó congelación, fracturas en el brazo, la muñeca y el pulgar. Cuatro pasajeros tuvieron que ser atendidos a causa del 'shock' que sufrieron. Contrario a lo que muchos pensarían, después de cinco meses, Tim regresó a pilotear hasta que se jubiló en 2008.

Pequeño error

Dos años después del accidente, se dio a conocer que la causa fueron los tornillos que se habían usado para instalar un nuevo parabrisas el viernes antes del viaje. A pesar de que las piezas no eran del tamaño que se necesitaba, se confió en que el modelo del avión no tendría ningún inconveniente.

Gracias a la valentía y audacia del equipo, el vuelo tuvo un final feliz. La tripulación recibió numerosas condecoraciones, entre ellas la 'Condecoración de la Reina por Servicios Valiosos en el Aire'.

Todos los tripulantes volvieron a volar a excepción de Nigel quien decidió dejar la aviación tras lo sucedido. "Pienso en ello todos los días y esa es la verdad, pienso en ello todos los días de una forma y otra, sí, todos los días, me afectará hasta el final de los días", afirma.

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